Hay que ir hacia atrás, muy atrás. Encontrar una actuación de Juan Mónaco como la que redondeó días atrás en Miami no es tarea fácil. El antecedente más cercano de una instancia similar descansa en el archivo de la temporada 2012, justamente en Miami. Esa fue una de las piedras fundamentales sobre las que el tandilense apoyó su ingreso al top 10 del ranking. Y una vez que el calendario dio vuelta la página, todo cambió. Lesiones, operación en la mano, la relajación lógica por haber conseguido un gran objetivo, y ciertos pensamientos que se instalaron en su cabeza fueron todos componentes de un cóctel hiriente que dañó sus siguientes temporadas. Sufrió en 2013; padeció el primer semestre de 2014 hasta caerse del top 100; rebotó desde ese piso y miró 2015 con la sensación de darse una de las últimas oportunidades. “Fueron momentos feos. Nadie los quiere vivir, pero llegan. Le ha pasado a muchos jugadores. No es fácil mantenerse estable durante tantos años de carrera. La exigencia es muy grande y a veces uno quiere un respiro”, confiesa durante la charla con LG Deportiva.
-¿Sentís que eso ya pasó? Está lejos o puede volver a pasar?
- Ni me lo pregunto. Obvio que voy a hacer todo lo posible para que no se repita. No es agradable sentir que la pasás mal en la cancha. Poder sonreír, saber que volvés a tener los elementos como para llevar adelante las situaciones adversas que aparecen en los partidos te da mucha seguridad. La confianza no es creer que todo te va a salir bien y fácil. No. Un tenista tiene confianza cuando está seguro de que tiene con qué manejar las distintas adversidades que genera la competencia. Después, podés encontratarte con otro jugador que si juega mejor te va a ganar. Es inevitable. Pero entonces, las derrotas no te llenan de dudas.
- Desde afuera se ven cambios bien concretos. Estás moviendo mucho las piernas...
- Sin dudas. Estoy intenso, recuperé esa intensidad de siempre, que fue una de mis características. Si hasta se decía que me pasaba de rosca. Hoy vuelvo a tener esa condición y se nota de los dos lados de la cancha, me sirve a mí y el rival lo percibe.
- Suena compacto el contacto de la pelota con tu raqueta...
- Todo está relacionado. Si te movés mejor, estás plantado en el lugar indicado, llegás antes y tenés más tiempo. Y con tiempo le pegás mejor. Las piezas se acomodan y aparecen los resultados.
- ¿Es arriesgado decir que esta actuación cambia tu temporada?
- Falta mucho para asegurarlo pero ayuda un montón. Puedo mirar más claro. Hace un ratito usabas la figura de que me habían cambiado el parabrisas de la temporada. Sin dudas el horizonte luce mejor. Voy a llegar prendidísimo a los torneos de polvo de ladrillo en Europa, un tramo del calendario que me gusta mucho. Descanso unos días acá y viajo a Mallorca. De ahí a Montecarlo. Me tengo mucha fe, se que puedo jugar bien otra vez contra los mejores.
- ¿En que lugar de este nuevo escenario quedó tu bronca por la ausencia en el equipo de la Davis?
- En el pasado. Llegué a Miami enfocado en mi trabajo, en mis necesidades y tras haber llegado a tercera ronda en Indian Wells. Repito lo que dije desde ese día: quiero jugar la Davis. Me gusta, es un honor. Y estaré disponible. Pero no es momento para pensar en profundidad sobre el tema. Se juega después de Wimbledon, faltan 3 Masters1000, Roland Garros y Wimbledon. Es una eternidad.
- Miami es la actuación que confirma tu levantada. ¿Dónde ubicás el punto de inicio?
- Acordate que en la semana de Buenos Aires yo decía que en Río de Janeiro me había sentido muy bien, que el partido contra Ferrer lo había jugado mano a mano. Quizá ese haya sido el momento, y la final en Buenos Aires lo confirmó. Sostenerla en Masters 1000 no era sencillo y pude hacerlo.
- ¿La cercanía de Mariano Zabaleta influyó mucho?
- Mariano siempre está cerca. Es alguien de extrema confianza que sabe muchísimo de tenis. Me ayuda. Me gusta viajar con él, disfruto de su compañía. A los 31 años es vital para mí estar contento con lo que hago. De otra forma me cuesta encontrarle el sentido.
- Hay una decisión que tomaste y tal vez se pasó por alto: ya no viajás con preparador físico. ¿A qué se debe?
- Un poco a eso de querer disfrutar. Fueron muchos años de tremendo esfuerzo. El cuerpo lo siente. Vi que varios jugadores, entre ellos muchos españoles, en lugar de viajar con preparador físico lo hacían con un kinesiólogo. La conclusión es muy clara: en el día a día competitivo darle prioridad a la recuperación del cuerpo. Cambié algunas rutinas. En los días de descanso prácticamente ni hago tenis, solo kinesiología, también algo de acupuntura. Uno ya conoce su cuerpo, sabe lo que le está pidiendo. Y por allí pasaron las decisiones. La preparación física tendrá su lugar en las vueltas a Buenos Aires o durante alguna pausa algo más larga en Europa.
- ¿Te quedás con algún sabor amargo de estos días?
- Ninguno. Llegué con un tema físico en la zona alta de mi pierna izquierda. Estuve cerca de no presentarme al primer partido y también cerca de no terminarlo. En ese contexto haberles ganado a Gulbis, García López y Verdasco es particularmente satisfactorio. De a ratos jugué un gran tenis, competí muy bien toda la semana. Obvio que me hubiera gustado ganarle también a Berdych, a nadie le gusta perder. Pero no hay sabor amargo. Dejo Miami con muchísima fe.